martes, 7 de septiembre de 2010

LA VISITA DE TU VIDA


Había una vez un señor que estaba haciendo una gira turística por Europa. Al llegar al Reino Unido compró en el aeropuerto una especie de guía de los castillos de las islas. Algunos tenían días de visita y otros horarios muy estrictos. Pero el más llamativo era el que se presentaba como "La visita de tu vida". En las fotos, por lo menos, parecía un castillo ni más ni menos espectacular que otros pero era recomendado muy especialmente...Explicaba allí que, por razones que luego se entenderían, las visitas no se pagaban por adelantado, pero era imprescindible pactar anticipadamente una cita, es decir, día y hora. Intrigado por lo diferente de la propuesta, el hombre llamó desde su hotel esa misma tarde y acordó un horario.


Las cosas han sida siempre iguales en el mundo, basta que uno tenga una cita importante, con hora precisa y necesidad de ser puntual para que todo se complique. Esta no fue una excepción y diez minutos más tarde de la hora pactada el turista llegó al palacio. Se presentó ante un hombre con falda a cusdros que lo esperaba y que le dió la bienvenida.


-¿Los demás ya pasaron con el guía? -preguntó, no viendo a ningún otro visitante.

-¿Los demás? -repreguntó el hombre.-No. Las visitas son individuales y no ofrecemos guías. Sin hacerle mención al horario, le explicó un poco de historia del castillo y le mencionó algunas cosas sobre las que debía prestar especial atención. Las pinturas en los muros. Las armaduras del altillo. Las máquinas de guerra del salón norte, debajo de la escalera, las catacumbas y la sala de torturas en la mazmorra. Dicho esto, le dio una cuchara y le pidió que la sostuviera horizontalmente con la parte cóncava hacia el techo.

-¿Y esto?-preguntó el visitante.

-Nosotros no cobramos un derecho de visita. Para evaluar el coste de su paseo recurrimos a este mecanismo. Cada visitante lleva una cuchara como esta llena hasta el borde de arena fina. Aquí caben exactamente 100 gramos. Después de recorrer el castillo pesamos la arena que ha quedado en la cuchara y le cobramos una libra por cada gramo que haya perdido...Una manera de evaluar el coste de la limpieza.

-¿Y si no pierdo ningún gramo?

-Ah, mi querido señor, entonces su visita al castillo será gratuita.


Entre divertido y sorprendido por la propuesta, el hombre vio como el anfitrión colmaba de arena la cuchara y luego comenzó su viaje. Confiando en su pulso subió las escaleras despacio y con la vista fija en la cuchara. Al llegar arriba, a la sala de armaduras, prefirió no entrar porque le pareció que el viento haría volar la arena y decidió bajar cuidadosamente. Al pasar junto al salón que exhibía las máquinas de guerra, debajo de la escalera se dio cuenta de que para verlas con detenimiento era necesario inclinarse y sostenerse en la barandilla. No era peligroso pero hacerlo implicaba derramar algo de arena así que se conformó con mirarlas desde lejos. Otro tanto le pasó con la más que empinada escalera que conducía a las mazmorras. Por el pasillo de regreso al punto de partida, caminó contento hacia el hombre de la falda que lo aguardaba con una balanza. Allí vació el contenido de su cuchara y esperó el dictamen del hombre.


-Asombroso, ha perdido menos de medio gramo -anunció-, lo felicito, esta visita le ha salido gratis.

-Gracias...

-¿Ha disfrutado de la visita? -preguntó finalmente el de la recepción.

El turista dudó y por último decidió ser sincero.

-La verdad es que no mucho. Estaba tan ocupado tratando de cuidar la arena, que no tuve oportunidad de mirar lo que usted me señaló.

-Pero...¡qué barbaridad!...Mire, voy a hacer una excepción. Le voy a llenar otra vez la cuchara, porque es la norma, pero ahora olvídese de cuánto derrama, faltan 12 minutos para que llegue el próximo visitante. Vaya y regrese antes de que él llegue.


Sin perder tiempo, el hombre tomó la cuchara y corrió hasta el altillo, al llegar allí dio una mirada rápida a lo que había y bajó más que corriendo a las mazmorras llenando las escaleras de arena. No se quedó casi ni un momento porque los minutos pasaban y prácticamente voló hacia el pasaje debajo de la escalera, donde al inclinarse tratando de entrar se le cayó la cuchara y derramó todo el contenido. Miró su reloj, habían pasado 11 minutos. Dejó otra vez sin ver las máquinas y corrió hasta el hombre de la entrada a quien le entregó la cuchara vacía.

-Bueno, esta vez sin arena, pero no se preocupe, tenemos un trato. ¿Qué tal?¿Disfrutó la visita?

Otra vez el visitante dudó unos momentos.

-La verdad es que no -contestó al fin. Estuve tan ocupado en llegar antes que el otro, que perdí toda la arena pero tampoco disfruté nada.

El hombre de la falda encendió su pipa y le dijo:


Hay quienes recorren el castillo de su vida tratando de que no les cueste nada, y no lo pueden disfrutar. Hay otros tan apresurados en llegar pronto, que lo pierden todo sin disfrutar. Unos pocos aprenden esta lección y se toman su tiempo para cada recorrido. Descubren y disfrutan de cada rincón, cada paso. Saben que no será gratuito, pero entienden que los costes de vivir valen la pena.

5 comentarios:

  1. bonita historia, natty... nada es gratuito... pero, al fin y al cabo, todo lo perdemos... dejar de exponernos para guardarnos es siempre una mala apreciación dela vida. mil besos

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  2. ¿A que si? .. Yo creo lo mismo. Lo que pasa es que en este momento ( mi cumple cerca) pienso demasiado en el tiempo. En fin...Un abrazo, Juan Miguel.

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  3. Juan miguel, acabo de leer en el blog de Silvio que tu tampoco conocías a Lucius. Menos mal, porque yo tengo allí un poco de complejo de ignorancia. Por eso te pregunto tanto, te cogí confianza, será porque somos compatriotas. Gracias por tu paciencia. Mas besos.

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  4. besitos, natty... el propio silvio reconce que es un aprendiz... yo ya tengo 43... y nunca dejaré de ser aprendiz. fuera los cmplejos!!!!!besotes

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  5. Hola,Natty! Precioso cuento. Efectivamente, estamos tan atentos a las cosas que realmente nada importan,que nos perdemos lo que verdaderamente es esencial.
    Que el paso de los años no te haga no disfrutar plenamente tu vida, ese agobio por el paso del tiempo puede hacerte no disfrutar de lo realmente importante. Yo tengo 45....y a veces tengo que echar la cuenta del año en que nací, sino, hasta dudo de mi propia edad.
    Gracias por tu apoyo del otro día en el blog de Silvio, chica, esque no puedo con la insolencia.........

    Yo también le pregunto mucho a Juan Miguel, entre las dos le debemos tener mareado....

    Un beso fuerte!!

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